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Al fin transcurridos diez minutos llegaron a Jalea. Dio dos pitidos, aflojó la presión y detuvo la combustión para que el tren frenara.
Kurten saltó a la tierra y elevó la voz: "¿cuánto tardaré en encontrar el camino a el Golfo de Alcántara, Sr maquinista?" "dos a tres días caminando, o un día si combina caminata con el Expreso Ciudadela".
"Muchas gracias señor piloto, nunca lo olvidaré a Usted".
Kurten empezó a caminar. Antes de hacerlo se cambió el calzado por uno más cómodo. El Golfo quedaba hacia el noreste y el Expreso lo podría tomar en Ciudadela después de caminar veintitrés horas en esa dirección.
Caminaba y veía a Krilea como quién ve una alucinación. Van ya tres horas ya avanzando y no se cruzó con nadie. Ni transeúntes, ni camiones ni automóviles. Estaba en la gran nada avanzando en una huella de tierra ancha como un automóvil, y yuyales a donde mirara a los costados del camino.
Cuatro kilómetros más y se detuvo en un puesto a tomar agua. Por suerte lo invitaron con una hogaza de pan. El hambre y el apetito eran voraces.
Luego de diez kilómetros escuchó un motor potente que se acercaba. Se detuvo su conductor y ofreció llevarlo a Ciudadela. Robusto, ágil y veloz el Fusca llevó a Kurten hasta la parada dónde ya había tres personas esperando por el Expreso Ciudadela.
El transporte llegó dos horas después y subieron cuatro pasajeros incluyendo a Kurten. En una hora cincuenta llegaron a la terminal de Alcántara.
Daniel Bonfi
Bendiciones, bendíceme, bendícenos. Amén.
En el nombre del Padre. Amén.