lunes, 1 de noviembre de 2021

Agustin y Flopi en la isla del tesoro

 



Daniel Bonfi copyrighted



Agustin y Flopi en la isla del tesoro


DANIEL BONFI




1- El mar


Agustín prefirió esperar junto al kayac. El día estaba luminoso, el sol inundaba el mar, el oleaje del mar  mojaba la arena de la playa. En la playa había una competencia de canoas. Los niños, todos de siete años como exigía el reglamento abundaban de buen humor. Sonrientes y ansiosos esperaban el inicio de la prueba. Había que remar hasta una boya cien metros adentro, las olas no eran grandes, el océano estaba quieto. El kayac de Agustín era azul y tenía grabado con aerógrafo en la parte superior de la popa en llamativos colores rojo y negro la imagen del hombre araña y en la proa un Snoopy surfista. Tenía el número diez en la parte posterior de la camiseta que identificaba a los participantes y la S de Superman en el pecho.

En el puerto, Agustín admiraba con mirada soñadora un gran submarino científico que solía estar amarrado una vez por semana, los días Sábados. Era la comparación de éste con su canoa el vínculo que hacía crecer su pasión por su kayac y el mar.

Cuando eran las cuatro de la tarde la prueba de velocidad empezó, los participantes eran veinte. Todos con gran vitalidad y energía remaron hasta la boya. Agustín remó con fuerza y concentración y logró obtener el primer lugar. El premio era una enorme copa dorada con un kayac en lo alto. El mar le daba así otra alegría a Agustín.



2- Aparece y desaparece


Era Sábado por la tarde, ahí estaba Agu y el submarino. Un hombre aparece y desaparece en la cubierta. El niño pedaleando con su bici se acercó al sitio donde aquel aparato estaba amarrado. El hombre de la cubierta apareció detrás de él. - Qué buscas niño? - preguntó - y Agu se fue. El aspecto del marinero era tenebroso.



3-  La mancha negra


Agustín siguió a toda carrera por los corredores libres que dejaban los contenedores que esperaban ser transportados por algún barco de carga. La curiosidad hizo por fin detenerlo y pensar que sería la mancha negra que el marinero tenía tatuada en su brazo derecho entre el codo y el hombro. No tardó en tener la idea de ir a espiar para observar de cerca el tatuaje del hombre.

Se acercó con su bici hasta ubicarse detrás de unos tambores de combustible, se bajó de la misma, la apoyó en el suelo con cuidado y se puso a observar sin perder pisada las tareas del marinero, dispuesto a acercarse durante algún descuido. Lo vio cargar cajas durante una hora al submarino. Se preguntaba que contendrían éstas.

Luego de un rato el marinero se dispuso a descansar. Para ello se apoyó de espaldas en un contenedor y extendió sus piernas sobre el suelo. Después de un breve tiempo se durmió. Agu aprovechó el momento para acercarse. En puntas de pie, sin hacer ruido y casi sin respirar observó con calma el tatuaje en el brazo. Notó que tenía un escrito en el centro de la mancha.



4- El escrito


Agustín, quién le gustaba leer y sabía hacerlo bastante bien no tardó en comprender el garabato. Decía el escrito: “muelle tres, cofre negro”.

Agu se alejó del hombre y se sentó pensativo junto a su bici. Qué había en el muelle tres, cofre negro?



5- El cofre


Lo primero que hizo Agu fue ir transportado por su bici al muelle tres. Debajo de la inscripción en la pared que lo identificaba había un pequeño dibujo de una flecha que señalaba hacia abajo. Agu notó que la tierra no estaba pareja y se puso a escarbar. Así fue que encontró un pequeño cofre negro.



6- Los papeles


Había en el cofre negro, un auto en miniatura de oro en cuyo baúl tenía unos misteriosos papeles doblados. Agu los desplegó y comenzó a leerlos con la gran habilidad que había adquirido para hacerlo durante su primer grado de escuela.

Pudo informarse Agustín, mediante los papeles sobre la existencia de una isla deshabitada ubicada en un lejano lugar rodeada por muchos kilómetros de agua salada del inmenso océano. En ella, decía uno de los papeles se hallaba un tesoro escondido en la copa de un árbol frondoso y añoso.


7- Voy a la Isla del Gran Tesoro


Agutín se quedó con el mapa que ubicaba el árbol dentro de la isla en el que estaba el tesoro. Enterró el cofre en el mismo lugar, subió a su bici y emprendió el regreso a su casa. Dentro de su habitación y observando el mapa, tomó la decisión: voy a ir a la isla del gran tesoro.



8- En el puerto


Al día siguiente, Agu fue otra vez al puerto a vigilar que no zarpe el submarino. Detrás de la puerta de un galpón escuchó al abominable marinero del tatuaje, decir a su tripulación que zarparían en dos días para dar con el tesoro. Agu pensó que eso le daría tiempo para organizarse. Empezó entonces a pedalear en su bicicleta por el puerto en busca de un medio para llegar hasta la isla.



9- La moto acuática


Recorriendo el lugar, Agu vio una moto acuática, con lo que pensó con rapidez que ese podía ser el transporte adecuado para viajar hasta la isla ya que lo podría manejar con cierta facilidad. El inconveniente era que no era cómoda para transportar víveres o combustible extra. Explorando un poco más el puerto encontró un bote a remo, liviano y chico que podría remolcar con la moto de agua. Así que decidió emprender el viaje al día siguiente en horas de la madrugada para llegar un día antes que los temibles marineros.



10- El viaje


Estaba Agustín enganchando el bote a la moto acuática a las seis de la mañana. En el bote había colocado con cuidado el combustible y los víveres que consistían en cinco pizzas, ocho gaseosas, siete botellas de agua mineral, una bolsa de caramelos, cinco sandwichs de milanesas. Pensaba dar la vuelta en cinco días.

Con todo armado inició el viaje. Aceleró la moto, el bote detrás y se internó en el mar mientras iba observando su brújula.



11- La isla


A las dos de la tarde, llegó Agu a la isla con su moto, su bote y sus víveres luego de haber cargado dos veces combustible. La isla tenía un aspecto paradisíaco. Agu ocultó la moto acuática y el bote detrás de unos arbustos y se internó en la isla. Había árboles de entre cinco y siete metros de altura, de copas frondosas. Se veía una gran montaña hacia el centro de la isla, detrás del tupido bosque. Agu había desembarcado en un pequeño golfo donde el agua era transparente y la playa de abundante arena.



12- La niña de la isla


Iba Agustín explorando el bosque cuando de pronto vio a lo lejos correteando entre los árboles una pequeña niña que Agu estimó tendría unos cuatro años de edad. Quiso alcanzarla pero la perdió de vista.



13- Los marineros


Al día siguiente Agu vio desde la costa, al despertar la silueta del submarino sobresaliendo en el mar y notó que estaban desplegando un bote de goma tres o cuatro marineros sin duda con la intención de llegar hasta la isla. Rápido, Agu se internó en el bosque con la ansiedad de encontrar el tesoro antes que ellos. La pequeña Flopi cómo había decidido llamar Agu a la inquieta hada del bosque iba correteando y a los saltos mostrándole desde lejos el camino a Agustín.



14- El tesoro


De repente Flopi desapareció de la vista de Agu. Al frente de él había un árbol de hojas amarillas, diferenciado del resto de la arboleda por el color de su follaje y por estar al pie de la montaña erguido sin nada alrededor. Sospechó Agu que ese sería el árbol de la isla del tesoro.

Cuando se disponía Agustín a trepar a la copa del árbol escuchó gran alboroto. Venían a escasos metros tres de los marineros cantando y riendo. Agu volvió al bosque y se agachó detrás de un árbol para espiar a los tenebrosos hombres. Cuando ellos alcanzaron la copa del árbol comenzaron a maldecir. El tesoro no estaba. En ese instante y por tres metros a la redonda del árbol empezó a hundirse la tierra en una gran trampa. Los tres marineros cayeron dentro y era imposible salir.



15- Flopi y Agustín comparten el tesoro


Flopi que era la guardiana del tesoro guió a Agu correteando por el borde de la montaña y haciendo gestos con la mano hasta una gruta ahuecada en la base de las rocas. Ahí, sabiendo que Agu era el elegido para ayudarla a cuidar del tesoro, destapó un paño rojo mostrando de esa manera el codiciado tesoro. Agustín deslumbrado aceptó en un pacto de amistad con la pequeña hada, cuidar el “libro de los niños buenos” que era el gran tesoro de la isla.

Fin


Bendiciones.

En el nombre del Padre. Amén.