viernes, 31 de enero de 2025

Kurten - Capítulo 2

 Kurten sale del letargo, suspira y el libro ya no está ahí. En su lugar hay distintas herramientas desparramadas con prolijidad alrededor de él. Había dos martillos, uno normal y otro combinado con un hacha de pequeño tamaño, proporcional al martillo. Su mango era de madera de balsa.

Había un destornillador de metal fundido, una pinza de mango de plástico rugoso para que no resbale. Una tenaza para sacar clavos. Una masa y una prensa de hierro llamada también morsa para ajustar piezas y moldearlas con una sierra y martillo. La sierra tenía diez hojas de repuesto. También había un serrucho.

Kurten se sentía contenido por la presencia suave y de aroma a rosas, de Krilea. Aroma a rosas rojas aterciopeladas que estaban creciendo en la circunferencia dónde Kurten tendría que construir su refugio. La presencia de Krilea hacía que Kurten tuviera iluminación para enfrentar cualquier contrariedad.

También había entre sus enseres una pala, un rastrillo, una asada y un hacha grande y fuerte fabricada en acero.

Kurten se dijo manos a  la obra. Trazó el contorno de los cimientos cavando con la pala. Seguido, cortó troncos con el serrucho. Fijó los pilotes de troncos serruchados a medida, y se puso a cortar maderas rectangulares para deslizarla en los rieles de los troncos ajustando perfectas las tablillas adaptadas para construir las paredes. El refugio tendría sólo tres paredes. La parte que miraba al océano, decidió dejarla como galería con vista al mar. Al fin y al cabo la temperatura era media, ni frío, ni calor.


Sigue el próximo viernes con el capítulo 3

Kurten pensó


Daniel Bonfi

DNI 21.898.454


Bendiciones, bendíceme, bendícenos. Amén.

En el nombre del Padre. Amén.

viernes, 24 de enero de 2025

Kurten

Daniel Bonfi Copyrighted C R T.M.

DNI 21.898.454

3 de diciembre de 2024

Hora: 10:37 a.m. ARGENTINA aproximadamente

 

 Kurten estaba solo. La playa es inmensa, y no sabía como había llegado ahí.

No había indicios de naufragio, ni de avión caído.

Apenas recordaba quién era.

Tiene un reloj cuarzo que lo veía como algo raro; y un libro muy conveniente: Robinson Crusoe.

Con el clima favorable Kurten no sentía temor. La isla parecía tranquila. Más allá de la inmensa playa había una forestación y en el medio del terreno una montaña o tal vez un volcán.

 

En la orilla con el mar subiendo la arena estaba el cuerpo de Kurten muriendo y volviendo a vivir con intervalos de cinco minutos. Oyó la voz que lo hace regresar.

   Kurten, Soy Dios.

 

Kurten ya había muerto  diez veces, y siempre volvía sin saber dónde estaba y de dónde venía.

Murió por décima primera vez y entonces una larga bocanada de aire respiró desde sus pulmones.

El tono de la piel volvió a ponerse terso y saludable.

Se sentó en la arena y miró su reloj cuarzo. Notó que no había fecha ni hora en el cuadrante. En su lugar había unos caracteres en un dialecto antiguo que decía el Rey ha vuelto. En ese instante se desvaneció el reloj como si hubiera muerto el tiempo. A pesar de ello siente vitalidad.

 

Se levantó del suelo, estiró sus brazos y sus piernas subiendo la cadera hacia arriba tonificando sus muslos y sus pantorrillas

Estaba feliz de vivir. El mensaje del cuarzo lo había hecho rejuvenecer.

Por ahora sólo recordaba su nombre y el de Krilea. Sentirse Rey era suficiente.

Krilea y Kurten vivieron en un tiempo anterior a las pirámides.

 

Kurten mira con amor los ojos de Krilea, reflejados en su interior. Ya incorporado se emocionó al verla.

Preguntó ¿dónde estamos? En la isla Griega. Preguntó ¿cómo llegamos aquí? Inexplicable por ahora. Y preguntó ¿hay gente en el lugar? No.

Kurten es Vampirer y Krilea también. Una raza especial de vampiros, respetuosos de la vida de los demás y la propia.

Estos Vampirer tenían el don, cuando estaban enamorados, de percibir a su pareja a distancia por medio de telepatía e hipertimnesia.

Mediante la telepatía podían hablar  y sentirse a mucha distancia, casi de punta a punta de la tierra. También tenían el don de materializarse dónde hiciera falta si su pareja estaba en peligro. Y con la hipertimnesia podían recordar y examinar cualquier vivencia o situación del pasado, próximo y no tanto, para actuar con sabiduría.

Kurten y Krilea vivían en otra tierra con nueve liderandos y un mago blanco llamado Vakro, de la tercera generación de chosnos.

Kurten ya no está solo. Se siente aliviado de estar con Krilea.

Ella preocupada se materializó desde cuatrocientos kilómetros de distancia ni bien sintió escalofríos y una sensación de que algo andaba mal, con una inquietud nerviosa en su abdomen y sus piernas.

El problema era grave porque Krilea sólo sabía manifestarse por cuarenta y ocho horas.

El agravante es que los dos estaban físicamente lejos y ni Krilea, ni Kurten se sienten seguros, a pesar de conocer la ubicación geográfica exacta donde Kurten estaba.

Él lee Robinson Crusoe en busca de consejos para sobrevivir. Krilea mientras tanto lo contiene acurrucándose en su hombro.

  

Sigue…